Aníbal Santiago
Xochitepec, Morelos.- En el Estadio Colibríes, como aún lo conocen muchos, el sol no ilumina. El sol embiste, fríe, liquida, humilla. Y en un ataque despiadado hace arder las gradas de cemento con sus rayos ultravioleta para que las porras morelenses que llegan con sus matracas, cornetas y banderas alienten a los Leones de Coatetelco Vs el Arsenal de Xoxocotla con temor de que sus chiquitibunes se extingan no por una derrota sino por un shock térmico.
O sea, en las tribunas para 16 mil fanáticos del Estadio Mariano Matamoros, si no cargas sombrero, agua y bloqueador mentalízate para dos horas en que sólo te faltan cuernos, patas de cabra, cola y tridente para sentirte en casa. Aquí, en este estadio de 45 años de existencia rodeado de las tierras agrícolas del municipio de Xochitepec, además de montones de partidos bajo más de 40 grados centígrados ha habido tragedias. Una, otra, otra.
Ballenas Galeana, histórica escuadra de Segunda División que jugaba en este césped falleció en 2014 por terribles deudas económicas. Y por alguna espantosa intriga entre directivos, el mítico Zacatepec hoy de la Liga Premier abandonó su tierra cañera por primera vez en 77 años de vida para trasladarse a este estadio: cada quince días sus resignados porristas viajan una hora entre ambas poblaciones. Deben alentar a su Zacatepec en Xochitepec. Absurdo, el destierro duele.
Pero ninguna hecatombe como la de hace 22 años. Los Colibríes de Morelos, equipo recién fundado pero que despertó afectos en todo México, jugó en Primera División con una alegre playera azul (como el cielo morelense) y verde (como su campo) en este destartalado estadio. Habituados a lujos y millones, futbolistas como Oswaldo Sánchez, Ramón Morales y Omar Bravo no tuvieron de otra: debieron ducharse bajo regaderas que escupían un chorrito reumático, vestirse en bancas oxidadas; y si prendían la luz, se encendían unos tristes focos de cables destripados. Jugar aquí era ser arrasado por un tifón de humildad.
Siempre apoyados por las legiones campesinas de esa entidad revolucionaria, los Colibríes de Morelos poco pudieron hacer para retribuir a su fiel afición de sombreros de paja. De locales, solo vencieron 3-0 Tecos y 2-0 a Tigres. Lo demás, derrotas y empates, como el que le sacaron en un 1-1 a unas Chivas que en su visita a Xochitepec causaron una revuelta humana. Miles se dejaron venir por carreteras, senderos, puentes y por la orilla del río Apatlaco que bordea al estadio por el oriente. Como de ese lado no había tribuna, el club enviaba a algún chamaco emocionado al río para que devolviera el balón si caía hasta allá. ¡Bolita, por favooor!
Total, que al último partido del Torneo Clausura 2003 Colibríes llegó con posibilidad de salvarse del descenso. Requería ganar a Cruz Azul o bien esperar una derrota de Chiapas, que recibía Tecos. Minutos antes del inicio, lo inaudito: su estrella brasileña Joao Batista no acudió al juego. Así, sin más. Se esfumó de la Tierra.
Adolorida, la gente atestó las gradas y los cerritos vecinos a los que llegaron arrieros en sus caballos. “Hay 14 mil Zapatas dispuestos a dar su vida por el futbol”, narró David Faitelson en su nota televisiva. En un duelo de nervios, patadas arteras y calor inhumano, ningún colibrí, ni siquiera su delantero Claudinho (autor de ocho tantos en el campeonato) hizo el golecito de la salvación.
De pronto, cuando el estadio sollozaba el descenso, alguien corrió la voz: “¡Tecos le ganó a Chiapas!”. Pitazo final en Xochitepec. ¡Colibríes se había salvado! Invasión de cancha y festejos de afición y plantel al grito de ¡Sí-se-pudo! Euforia infinita. ¿Y qué creen? Tecos no ganó, todo fue la mentira de un perverso. Colibríes sufrió su adiós de Primera División minutos después de festejar su permanencia. Tragedia al cuadrado. Extenuados, incluso con sangre en la piel, los jugadores lloraron en los desvencijados vestuarios del entrañable conjunto morelense que de inmediato dejó de existir.
En paz descansen, los Colibríes flotan en el sobrepoblado cielo de los equipos muertos. Pero aún puedes ir a su casa, el Mariano Matamoros y caminar al borde del verdoso río Apatlaco, otra desdicha pues recibe colosales descargas industriales. Si sobrevive un pez, uno solo, seguro tiene un solo ojo.
El sábado que voy, bajo 36 grados centígrados unas 50 personas ven un partido quietecitas en su lugar. De pronto, oigo una voz: “véngase, aquí hay sombrita”, vocifera una aficionada que me ve explorar de arriba abajo el estadio para esta crónica. Yo creo que, al verme recoger con la cara enrojecida y empapado en sudor un boleto tirado, se compadece pensando que soy un vagabundo. La obedezco y disfruto un Coatetelco Vs Xochitepec en el milagroso fresco.
Así que si quieres asolearte sabroso ve a ver un partido del Zacatepec y ayuda a que los cañeros no desaparezcan. Desde lo alto del Estadio Colibríes admirarás el suave Cerro del Mechonchi protegiendo a sus sembradíos vecinos. Y con suerte gozarás la sombra en una lona arrugada que los porristas extendieron atrás de la portería sur para salir vivo del infernal y apesadumbrado rinconcito futbolero.